
Keitherson Fernezan y otros miembros del Cuffee Cares Club escuchan historias y reciben palabras de sabiduría de Bob, vecino de la escuela secundaria Paul Cuffee.
Gracias al Club Cuffee Cares, que se centra en atender las necesidades de las personas de nuestra comunidad, se desarrolló una reunión extraordinaria en un centro para personas mayores en la avenida Elmwood de Providence, una reunión que abarcó generaciones y celebró el vínculo eterno de pasión y propósito.
Bob, residente del centro, y Keitherson Fernezan, estudiante de 12º grado, nacieron con casi 70 años de diferencia, pero al conocerse, descubrieron una conexión innegable.
Ambos consideran la avenida Elmwood de Providence, Rhode Island, su hogar. Ambos sienten un profundo amor por la historia. Y ambos han corrido los 100 metros lisos en unos impresionantes 11 segundos. Pero sus diferencias también pintan una imagen vívida: Bob, nacido en 1940, es un hombre blanco que salía de la línea de salida con el pie izquierdo. Keitherson, nacido en 2008, es un adolescente negro que sale disparado con la derecha.
Mientras Keitherson entrena para sus próximas competiciones, Bob, ahora octogenario, compartió consejos e historias, tesoros de sabiduría adquiridos durante décadas en la pista. Una vez compitió en las pruebas olímpicas, donde compitió contra Bob Hayes, el hombre que llegaría a ser conocido como el más rápido del mundo. Bob le mostró con orgullo a Keitherson una vieja foto suya terminando justo detrás de Hayes, asegurándose el tercer puesto por una fracción de segundo.
Su conversación fue más que una charla informal; fue un momento de profunda conexión. Hablaron de carreras, y hablaron de raza. Bob habló de su compañero de equipo más cercano en la década de 1960, un velocista negro con quien compartió no solo pases de relevo, sino también respeto mutuo y camaradería. “La raza nunca fue un factor”, dijo Bob. “Ambos éramos velocistas y nos encantaba correr, sin importar nuestra raza”.
Keitherson estaba cautivado. “Podría escuchar sus historias todo el día. No quería irme”, dijo con una amplia sonrisa. Planea seguir visitando a Bob, absorbiendo cada historia, cada consejo, cada sabiduría adquirida con esfuerzo por un hombre cuyo legado sigue vigente.
¿Y qué hay de Bob? Cuando le preguntaron sobre su pasado, respondió con modestia: «Odio presumir». Pero presumió, y con razón. Porque su carrera, tanto en la pista como en la vida real, ha sido legendaria.
Y ahora, con Keitherson calzándose las zapatillas de clavos, está claro: otra leyenda está en ascenso.